"Valladolid, 4 de junio de 1603.
Cuando terminó el alarde de caballería en la Puerta del Campo, el joven pintor apresuró el paso para llegar al Rastro de los Carneros antes de que el campanario de La Resurrección diese por bueno el mediodía.
No quería partir de la capital española sin haber presentado sus respetos al ilustre autor de “La Galatea” y entregarle el boceto de algunos de sus dibujos, pero disponía de pocas jornadas; por desgracia, el mal tiempo que le acompañó desde su llegada a Alicante, el 22 de abril, arruinó algunas de las pinturas de encargo que traía para la Corte de su majestad, don Felipe III, y debía restaurarlas antes de regresar a Mantua; aunque, por ventura, el Duque de Lerma, don Francisco Gómez de Sandoval, tuvo la merced de comprender la situación y puso a su disposición un aposento donde corregir los daños y perfilar un nuevo lienzo que compensara a los que se dañaron por el temporal: una representación de los filósofos griegos Demócrito y Heráclito, inspirada en las fuentes clásicas.
Sólo disponía de aquella mañana para encontrar la vivienda del escritor y cumplir con el encargo.
Aquel humilde vecindario contrastaba con la habitual ampulosidad de una ciudad que vivía días de fortuna. Valladolid se había convertido, de nuevo, en Sede de la Corte, recuperando su pasada consideración y grandeza como centro político de la monarquía; allí buscaban morada las personalidades del Reino y los más ilustres y gallardos prohombres, convirtiendo a la capital castellana en el eje de la vida cortesana. Por doquier se celebraban convites, mascaradas e iluminaciones, que el valido de Felipe III creaba para entretener al monarca, y se jugaba a las cañas en el Espolón o a las carreras de caballos en el Prado de la Magdalena.
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