La camarera –como no podía ser de otro modo– llevaba un disfraz de diablesa con una capa de satén (roja y negra) y unos cuernecillos de plástico en la cabeza. Un uniforme muy adecuado para servir una cena en Transilvania. Imagino que esta puesta en escena es tan tópica en Rumanía como una cena bereber en Marruecos o un tablao flamenco en Andalucía donde se entremezclan el folclore y la cultura tradicional con las mejores técnicas del márketing; pero, no nos engañemos, esto es exactamente lo que el turista espera ver en un lugar que Bram Stoker –el autor de Drácula– definió como una de las partes más salvajes y menos conocidas de Europa. Puedes leerlo pulsando aquí.
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