En 2005, durante un congreso que la ONU celebró en Bangkok (Tailandia), un experto australiano en ciberdelincuencia, Peter Grabosky, ya alertó que el wardriving se convertiría en una de las tendencias más sofisticadas de los delitos tecnológicos [computer crimes] al aprovecharse los delincuentes de las redes inalámbricas. En su dossier, el profesor Grabosky describió el origen de este curioso término anglosajón en una práctica que consistía en conducir un coche dotado con una antena buscando cobertura con alguna red de acceso [driving around in a motor vehicle with an antenna to locate access points]. Hoy en día, el uso indebido de las nuevas tecnologías conlleva que determinadas conductas puedan llegar a ser calificadas como fraudulentas y que incluso constituyan un delito que se podría enmarcar en ese cajón de sastre de las defraudaciones análogas o del uso de terminales de telecomunicación previstos por el legislador español [Arts. 255 y 256 del Código Penal]. Este artículo, publicado en el número 27 de la revista Quadernos de Criminología, analiza la doctrina y jurisprudencia de un delito que se caracteriza, según el magistrado Fernández Teruelo, por el hecho de conectarse fraudulentamente a través de un sistema de conexión inalámbrico (Wi-Fi) ajeno.
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