En el portal de humanidades LICEUS puedes leer tres crónicas de mis viajes por distintos rincones de Castilla y León (con fotografías de Javier Aparicio y Diego García Carrera):
1. El Monte Irago: "Después de recorrer más de 200 kilómetros por la sobriedad de la Tierra de Campos castellana y el Páramo leonés –un paisaje tan austero que no deja indiferente: o te maravilla la inmensidad del horizonte o te abruma la monotonía de esas llanuras que parece que no tienen fin– el Camino de Santiago empieza una suave pero continua pendiente hasta llegar a la famosa Cruz de Ferro, en la cumbre del Monte Irago; probablemente, uno de los rincones más sencillos de la ruta jacobea y, al mismo tiempo, uno de sus símbolos más apreciados. Según el Codex Calixtinus –la primera guía de viajes que se escribió en la historia– el peregrino tiene que subir y bajar el Monte Irago durante la décima etapa, la que va de Rabanal del Camino a Villafranca del Bierzo. Si se pregunta por qué finaliza la novena etapa en Rabanal y no en Astorga (...)".
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2. La Raya de Salamanca: "Dicen los historiadores que la frontera de España y Portugal es la más antigua de Europa porque apenas ha variado desde finales del siglo XIII, cuando se estableció el límite entre los dos países siguiendo el curso de los grandes ríos peninsulares. Los cerca de 100 kilómetros que transcurren entre la provincia de Salamanca y los distritos portugueses de Braganza y Guarda nos ofrecen rincones llenos de historia, paisajes espectaculares e, incluso, cierta dosis de aventura (...)".
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3. Los montes Torozos: "Al norte del Duero, entre la ribera del Pisuerga y la Tierra de Campos, hay una extensa franja de terreno donde se alternan los páramos infinitos y pequeños cerros con pagos llenos de encinas y robles, el cauce de algunos riachuelos, una variada fauna de jabalíes, avutardas, perdices y lobos e incluso una espina de la Corona de Cristo. Es la comarca de los Montes Torozos, una ruta singular llena de grandes atractivos (…). Al final del páramo, la carretera gira a la izquierda y desciende bruscamente hacia el único pueblo de nuestra geografía que empieza por uve doble: Wamba (...) En una de las capillas adosadas al muro occidental de la iglesia de Santa María –bajo el epitafio Como te ves, yo me vi; como me ves, te verás. Todo acaba en esto aquí. Piénsalo y no pecarás– un osario apila miles de calaveras, perfectamente colocadas junto a tibias, fémures, peronés y otros huesos. Imagino su pregunta: –¿Qué hacen aquí todos esos restos?– (...)"
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