A partir del siglo XIII, en algunas ciudades italianas se extendió una costumbre que entroncaba con el castigo de la infamia procedente del Derecho Romano. Cuando alguien realizaba un acto por el que perdía su buen nombre –su fama– tenía que ser despojado de su reputación y castigado públicamente como infame. Las autoridades encargaban a un artista que pintara el retrato de aquella persona, lo más grotesco que fuera posible, para mostrarlo en la calle, con el nombre del delito que hubiera cometido y la condena que se le había impuesto. Así nacieron las immagini infamante de las que apenas se conserva algún boceto de Andrea del Sarto. El volumen VI (enero-julio de 2011) de la revista mexicana Archivos de Criminología, Criminalística y Seguridad Privada, que dirige Wael Hikal, ha publicado mi artículo sobre estos retratos de hombres infames.
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