Hasta mediados del siglo XIX, las prisiones británicas fueron instituciones privadas que se gestionaban mediante los beneficios que obtenían de una renta de alquiler denominada jailer's fee (los honorarios del carcelero). En una de aquellas masificadas cárceles –la prisión por deudas de Marshalsea (Londres)– pasó parte de su infancia el novelista más famoso de la época victoriana, Charles Dickens (1812–1870) por culpa de la insolvencia de su padre, con el que acabó compartiendo celda el resto de la familia, algo habitual en aquel tiempo. Esa traumática experiencia infantil explica por qué ningún otro autor ha sabido plasmar como él las penurias de los niños y la vida carcelaria en sus novelas David Copperfield (probablemente, la más autobiográfica), Oliver Twist y, sobre todo, en La pequeña Dorrit. Esta es la curiosa historia que puedes leer en mi sección contabilizARTE, en el número 39 de la revista CONT4BL3.
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