Los crímenes de honor son una costumbre ajena al hecho religioso que surgió en Mesopotamia hace, al menos, 4.000 años, y que responde a una tradición cultural que se invoca como excusa para no respetar los derechos a la vida, la dignidad, la integridad y la libertad de las mujeres. Desde mediados del siglo XX, con la llegada al Viejo Continente de los primeros trabajadores invitados, procedentes en su mayor parte de Turquía, estos delitos constituyen un serio problema en Europa que lejos de disminuir, ha empeorado, con diversos obstáculos: la falta de datos fiables sobre el número de víctimas, la ausencia de una definición unánimemente aceptada para delimitar este concepto y la carencia de un marco legal eficaz. Por ese motivo, la lucha contra esta brutal costumbre debe garantizar que los ordenamientos jurídicos persigan estos asesinatos y castiguen con eficacia cualquier forma de violencia contra la mujer; llevando a los agresores ante la Justicia y rechazando cualquier invocación del honor como atenuante para justificar la comisión del delito. Retomando la expresión inglesa There is no honour in so-called “honour crimes” que citó la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su Resolución 1681 (2009), de 26 de junio, he escrito el artículo No hay honor en los llamados crímenes de honor: Europa y la ancestral autoridad para matar que se publicará en el número 61 (enero-junio 2013) de la Revista de Estudios Europeos que dirige el catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de Valladolid, Alberto Herrero de la Fuente.
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