25 de diciembre de 2010
Las primeras cuentas de Cotrugli y otros artículos contables
9 de noviembre de 2010
Diez claves para conocer los vientres de alquiler
El portal noticias.juridicas.com ha publicado uno de mis "decalegales" titulado Diez claves para conocer los vientres de alquiler: un artículo riguroso, entretenido y muy documentado para que sepas definir este contrato privado, conocer su origen y desarrollo y analizar su regulación tanto en España (donde es ilegal) como en otros países en los que esta práctica puede estar prohibida (como en Francia), admitida en determinadas situaciones (Holanda) o permitida e incluso fomentada abiertamente (India).
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30 de octubre de 2010
Ucronía: La Constitución de Ceuta de 1811 (la Daniela)
Los ejemplos más clásicos de ucronías suelen plantear cómo sería el mundo de hoy en día si Hitler hubiese ganado la II Guerra Mundial o si Kennedy hubiera sobrevivido al atentado de Dallas, pero las posibilidades son infinitas: cómo habría cambiado Europa sin el Imperio Romano o si Constantinopla no hubiera caído en poder de los otómanos; si los Reyes Católicos no hubieran concluido la Reconquista o Portugal hubiera aceptado costear el viaje de Colón.
Con ocasión del bicentenario de las Cortes de San Fernando, te propongo viajar en el tiempo doscientos años al pasado para imaginarnos qué habría sucedido si las tropas napoleónicas que asediaban la Isla de León, hubiesen impedido que las nuevas Cortes Constituyentes se hubieran podido reunir en esta localidad gaditana.
A partir de aquí, todo es un simple ejercicio de imaginación de lo que pudo haber sido pero no fue. Pulsa aquí para leerlo
24 de octubre de 2010
Con el Derecho en los talones disponible en e-book
19 de octubre de 2010
Diez claves para entender el Derecho del Medio Ambiente (actualizado)
El conocido portal noticias.juridicas.com ha publicado -en la sección de artículos doctrinales- la versión actualizada de mi decalegal (decálogo legal) sobre esta rama del ordenamiento, de acuerdo con las novedades que introducirá en diciembre de 2010, la nueva modificación del Código Penal en materia medioambiental.
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14 de octubre de 2010
Diez claves para conocer el Derecho del Espacio
Pulsa aquí para leerlo en la sección de artículos del portal noticias.juridicas.com y, muy pronto, también será publicado en un próximo número de AstronomíA; la primera revista española de astronomía, astrofísica y ciencias del espacio, desde 1985.
10 de octubre de 2010
Relato: Diez y diez
- ¿Por qué guardas estas llaves debajo de la almohada?
Bruno la miró extrañado, enseñando el par de llaves que había descubierto; no esperaba encontrar algo tan oxidado escondido en la cama del matrimonio, pero ella no le dio excesiva importancia, se limitó a encoger los hombros y a mirar el cuerpo del joven, desnudo sobre la cama.
- Que por qué... –No pudo terminar la frase.
- Déjalas ahí Bruno –respondió– Son cosas de mi marido. No las toques.
- Como quieras, amore, pero ¿qué hace con unas llaves de hierro debajo de su almohada?
Isabelle continuó mirando el cuerpo del lombardo sin comprender muy bien a qué venía tanta curiosidad.
- ¡Isabelle! Te estoy hablando...
- Lo sé, Bruno; ya te oí la primera vez –le contestó– Sólo son dos viejas llaves del taller que tuvimos hace años junto al lago. Nada más.
- ¿Y duerme así cada noche?
- ¡Bruno! –Se le agotaba la paciencia– Son cosas de mi marido. ¿De acuerdo?
- ¡Capito! –El joven no esperaba aquella reacción de Isabelle y no supo ocultar su enfado. Se incorporó en la cama y buscó la ropa para vestirse.
- Está bien... –claudicó, temerosa de disgustar al joven por culpa de unas llaves herrumbrosas que tampoco significaban nada para ella– Pero te vas a sentir defraudado...
- Da igual... ¿Por qué?
- Martín está convencido de que san Pedro le ayudará a encontrar la idea para algún invento, algo prodigioso, como él dice, si apoya la cabeza sobre las llaves.
Bruno estaba entusiasmado.
- ¿Al-go-pro-di-gio-so? –repitió con respeto, como si invocara al santo al pronunciar cada palabra– ¿Y qué espera inventar tu esposo? –preguntó bajando la voz.
- ¡Ay, Bruno! ¿Es necesario que tengamos ahora tanta charla? –El lombardo volvió a sentirse ofendido y, de nuevo, le dio la espalda en la cama. Cuando se enfadaba de aquel modo, Isabelle tenía que reprimir las ganas de rodearlo con los brazos y comerle entero a besos– ¡Bruno, no te enfades! Es que no me parece que sea el momento más adecuado para comentar las manías de mi marido. ¿No crees? –y lo besó con suavidad en la nuca.
- Bien, pero...
El portazo retumbó en toda la casa como sonaba cuando llegaba...
- ¡Mi marido!
- ¡Porca miseria! ¿No dijiste que nunca llegaba antes del mediodía?
- Estoy tan extrañada como tú.
- ¿Y qué hago? ¡Santa Madonna! ¡Isabelle, estoy desnuto en la tua alcoba! –gritó gesticulando con las manos.
- ¡Pues métete debajo de la cama!
- ¿Así?
Isabelle lo miró con irritación.
- Puedes vestirte tranquilamente y darle a mi marido explicaciones con el jubón a medio poner o esconderte ahora mismo debajo de la cama. Tú eliges –Ante su sorpresa, Bruno aún tuvo un momento de indecisión para plantearse cuál era la opción más adecuada– ¡Vamos, alma cándida!
El lombardo recogió su ropa a toda prisa formando un hatillo desordenado que escondió, a su lado, bajo la cama del matrimonio. Martín subió la escalera a grandes zancadas, abriendo de golpe la puerta del dormitorio; Isabelle sólo tuvo tiempo de disimular la inconveniencia de la escena fingiendo algo de tos.
- ¿Cariño? ¿Cómo es que aún permaneces acostada?
- ¡Ay, Martín! –tosió– No creas que me encuentro nada bien.
- ¡Cómo lo lamento, querida! ¿Quieres que Frau Helga te prepare algo? ¿Una tisana? ¿Un consomé?
- No, Martín. No te preocupes –volvió a toser– Creo que anoche cogí algo de frío en casa de tus padres; pero con un día en la cama, arropada y tranquila, seguro que mañana me encontraré mucho mejor. ¿Y tú? ¿Cómo no estás en el taller? –mientras su mujer le mentía con la farsa del resfriado, su esposo no paró de dar vueltas entorno a la cama– Por lo que más quieras, Martín, me levantas dolor de cabeza; deja de dar vueltas por la alcoba.
- Lo siento, cariño. Es que... Ha ocurrido algo maravilloso. ¡Algo que sólo puedo adjudicar a la intervención del propio san Pedro!
- ¿A qué te refieres?
- ¡Y te reías de las llaves de mi almohada!
- Martín, ¿quieres decirme qué ha ocurrido?
- Esta mañana fui a casa de Herr Hoffman, el mercader de paños...
- Sí, lo conozco; su mujer canta en el coro de La Chapelle. Desafina, pero como su familia tiene tanto dinero se lo consienten. Pobre mojigata, si ella supiera que su hijo...
- ¡Isabelle! –le recriminó su marido.
- Bien, lo siento. No seas tan suspicaz. ¿Qué te dijo Herr Hoffman?
- Que un cerrajero de Núremberg ha inventado un pequeño muelle que sustituye a las pesas como fuente de energía de los relojes. ¿Sabes lo que esto supone?
- Con franqueza: no –y fue sincera– Pero imagino que será importante.
- Es... es... –su marido no encontraba las palabras adecuadas– ¡Un auténtico milagro!
- ¡Martín! –le riñó Isabelle, bromeando– Luego dices que modere mi lenguaje y tú hablas de milagros tan a la ligera. ¿Quieres arder en una pira acusado de herejía por los calvinistas?
- ¡Uy, déjate de bromas! ¿Sabes lo que vamos a poder fabricar con ese muelle? –ella lo negó con la cabeza– ¡Relojes de bolsillo...!
- ¿Relojes de bolsillo? –repitió sin comprenderle.
- Sí –Martín estaba exultante– ¿Te imaginas? Se acabaron los relojes de arena y los pesados mecanismos de contrapesas... ¡Ya no tendré que cerrar el taller!
Isabelle escuchó aquello e, inmediatamente, se incorporó en la cama como accionada por un resorte:
- ¿Cerrar el taller? ¿Has dicho algo de cerrar el taller? –Su marido había cometido una terrible indiscreción. Desde hacía meses, el pequeño taller de orfebrería atravesaba serias dificultades, por culpa de la situación religiosa que afectaba a todas las actividades comerciales de Ginebra. Había preferido no asustar a su mujer, pero se le escapó– ¿Cuándo pensabas decírmelo?
- Sí, bueno –reconoció– Esa era otra de las noticias que tenía pendiente –Y se golpeó la frente con la palma de la mano– ¡Qué cabeza tengo!
- ¿Y por qué van tan mal las cosas?
- Calvino ha prohibido que realicemos algunos trabajos en los talleres artesanos: cálices, cruces, instrumentos litúrgicos...
- Pero... ¡si vivimos precisamente de eso!– Isabelle estaba aterrada: si el taller dejaba de engarzar aquellas piezas, la clientela que llegaba a su pequeño establecimiento desde otros cantones, e incluso los que venían de Provenza, Saboya y Lombardía, se perderían irremediablemente –¿Y de qué vamos a vivir?– La sucesión de imágenes se hizo terriblemente nítida: despedir al servicio, vender la casa, mudarse con los suegros, perder a los amigos, las fiestas, la dote de su hija… Bruno...
- De los relojes de bolsillo –afirmó su marido con rotundidad.
- ¿De qué? –Isabelle no pudo disimular su tono de incredulidad.
- Confía en mi, cariño. Te aseguro que saldremos adelante si convenzo a mi padre para que el taller se especialice en esos pequeños relojes. Dentro de muy poco tiempo, toda Europa se acercará a nuestro local de Ginebra a comprarlos y –la besó en la frente– podrás seguir con tu vida, como siempre. Ya verás –le dijo lleno de confianza mientras caminaba hacia la puerta– saldremos adelante y, si todo resulta como tengo planeado, el próximo mes de mayo iremos a la feria de Fráncfort con los primeros modelos.
- ¿Te vas ya? –preguntó su mujer entre accesos de tos.
- Sí, ¿necesitabas algo? Iba a hablar con la niña de su joven prometido.
Isabelle volvió a perder el color.
- ¿Qué prometido?
- ¡Cómo! –se sorprendió– ¿No sabes nada?
- No sé de qué me hablas, Martín.
- Pensaba que entre madre e hija no guardaríais ese tipo de secretos, por eso no me extrañó enterarme por terceros.
- Te lo aseguro –y era sincera– No sé de qué me estás hablando. ¿A qué viene eso de que María tiene un pretendiente?
- Seguro que lo sabes desde hace tiempo –ella volvió a negarlo con la cabeza– Pero sé que lo haces con buena intención, para no dañar mi orgullo masculino. ¡Cómo sois las mujeres!
- ¡Martin!
- Está bien: desde hace varios meses, cuando el criado de Herr Hoffman acudía a su trabajo veía a un joven rondando nuestra casa –La expresión de Isabelle se convirtió en auténtico pavor– No te preocupes, cariño, no ocurre nada malo. Por lo visto, se trata de un comerciante de Lombardía llamado Bruno Sparza –ya sabes más que yo, pensó su mujer– que, al parecer, visita en secreto a nuestra hija desde hace más de cuatro meses –Martín se asustó al ver el rostro de su mujer completamente pálido– Cada vez estás peor. ¿Quieres que llame al doctor Gerard?
- Sí, será lo mejor. Ve a buscarlo. Creo que mientras tanto volveré a acostarme.
- No tardaré.
Cuando su esposo salió del dormitorio alejándose por el pasillo hacia las escaleras, Isabelle se aferró a la colcha con las dos manos, apretando con todas sus fuerzas hasta que sintió dolor en los nudillos.
- ¡Sal ahora mismo de ahí abajo! –le gritó a Bruno tan bajito que casi no pudo ni oirlo– Maldito lombardo. ¿Qué hay de cierto en lo que has escuchado?
Bruno fue saliendo de su escondite mientras se ajustaba el jubón y se ceñía las calzas.
- Todo tiene una explicación, madame.
- ¿Madame? ¿Hace un instante me besabas el cuello y ahora ya soy madame? ¿Qué será lo próximo que me llames: mamá?
- Aspeta, amore. Aguarda... Déjame que te explique: Un día me descubrió al salir de tu alcoba y... ¡Porca miseria! ¡Qué iba a decirle!
- Nada, claro, te limitaste a sonreír y –Bruno arqueó las cejas y sonrió– ¡Maldito sea tu encanto! Termina de vestirte y acaba con esta burda pantomima. No quiero volver a verte más por esta casa y mucho menos que te acerques a mi hija.
El joven acabó de ajustarse la ropa y, sin decir nada más, se acercó a la puerta para marcharse– Lo lamento, Isabelle –cuando se encontró de frente con Martín y su hija que entraban en el dormitorio. Durante unos segundos, un breve e incómodo momento, todos se miraron sin decir palabra.
- ¡Bruno, amore! –reaccionó la joven María abrazándolo con ternura– Papá, este es mi prometido: Bruno Sparza, de Bérgamo –eso tampoco lo sabía, pensó Isabelle.
- Es un placer conoceros, moinseur Cartier –lo saludó inclinando su cabeza con cortesía– Su esposa y su hija me han hablado maravillas de usted y de su magnífico trabajo en el taller de orfebrería. Le aseguro que en mi tierra sus delicadas piezas son muy apreciadas por la nobleza de Milán.
- ¡Ah, sí! –se sorprendió Martín, respondiendo al saludo con otra leve inclinación– En fin, yo también me alegro de conoceros, joven; aunque me sorprenda encontraros en mi propia alcoba.
- Fui yo, papá –intervino María– Mamá y yo queríamos darte una sorpresa.
- Y lo habéis logrado, creedme. Y tú, Isabelle –señaló a su mujer que, desde la cama, seguía la escena con incredulidad– Lo sabías todo y aún así has conseguido mantener en secreto la relación de nuestra hija con este joven. Nunca dejarás de sorprenderme.
- Si tú supieras... –llegó a decir ella desde la cama.
- Ahora, Bruno, hija mía –los abrazó en el marco de la puerta– acompañadme al salón mientras mi esposa termina de vestirse. Antes de que venga el doctor Gerard, debemos concretar muchos aspectos de vuestra relación y celebrar la nueva actividad del taller.
- ¿A qué actividad te refieres, papá?
- Ahora te lo cuento, cariño –y la besó– Por cierto, ¿qué día es hoy?
- Diez de octubre, ¿por qué lo dices?
- ¡Diez de octubre! –exclamó Martín– El décimo día del décimo mes –Todos lo miraron sin comprender su razonamiento– Estaba pensando que este día puede ser uno de los más felices de nuestra vida.
- ¿Y qué has pensado, papá?
- Para recordar esta fecha –respondió– cuando presentemos los nuevos relojes de bolsillo en la feria de Fráncfort, colocaré las manecillas a las diez y diez; de esa forma, siempre recordaremos este día.
Y así fue. En la primavera de 1554 Martín Cartier presentó los primeros modelos de sus relojes de bolsillo en la Feria de Fráncfort y, en muy poco tiempo, los pedidos le llegaron desde todos los rincones de la vieja Europa, salvando la producción de su taller e iniciando una actividad que daría fama mundial a su ciudad; María y Bruno se casaron en la catedral de Ginebra y, más tarde, se trasladaron a vivir a Milán, donde abrieron una pequeña relojería; Isabelle no tardó en olvidar a su joven yerno gracias a un militar prusiano, Hans, de paso por la ciudad y, finalmente, san Pedro se convirtió en el patrono de los relojeros.
Desde el siglo XVI, aún se conserva la costumbre de que los relojes que se presenten al público señalen aquella hora exacta; por eso, cuando veas el anuncio de algún reloj -de cualquier marca- las manecillas de su esfera siempre estarán señalando las diez y diez; por un diez de octubre.
28 de septiembre de 2010
1ª edición de Con el Derecho en los talones
22 de septiembre de 2010
Conferencia en Madrid sobre Los delitos impertinentes
Ya está a la venta mi Curso de Derechos Humanos a distancia
Asimismo, la SECCIF pone a tu disposición otros dos cursos de formación a distancia imprescindibles: Criminología, de Antonio Cela; y Dactiloscopia, de Roberto Carro.
16 de septiembre de 2010
QdC 9: El mal de Yago
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3 de septiembre de 2010
Tres rutas por Castilla y León, en Liceus
1. El Monte Irago: "Después de recorrer más de 200 kilómetros por la sobriedad de la Tierra de Campos castellana y el Páramo leonés –un paisaje tan austero que no deja indiferente: o te maravilla la inmensidad del horizonte o te abruma la monotonía de esas llanuras que parece que no tienen fin– el Camino de Santiago empieza una suave pero continua pendiente hasta llegar a la famosa Cruz de Ferro, en la cumbre del Monte Irago; probablemente, uno de los rincones más sencillos de la ruta jacobea y, al mismo tiempo, uno de sus símbolos más apreciados. Según el Codex Calixtinus –la primera guía de viajes que se escribió en la historia– el peregrino tiene que subir y bajar el Monte Irago durante la décima etapa, la que va de Rabanal del Camino a Villafranca del Bierzo. Si se pregunta por qué finaliza la novena etapa en Rabanal y no en Astorga (...)".
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17 de agosto de 2010
La Tribuna del Derecho # 46 Justicia divina
"Una mujer con los ojos vendados (símbolo de la imparcialidad) sosteniendo, en una mano, el fiel de una balanza (la equidad) y, en la otra, la empuñadura de una espada (la ley) es –sin duda– el estereotipo que todos tenemos en mente cuando tratamos de representar la imagen de la Justicia; aquélla que, según dicen, se vendó los ojos cuando vio lo que hacían los hombres y huyó al cielo, ocupando en el zodiaco el signo de Virgo y su balanza el contiguo de Libra. En otras ocasiones, a esta figura femenina también le acompaña un león echado a sus pies, como símbolo de la fuerza que debe tener la justicia para juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.
Su origen se encuentra en la mitología griega: La diosa Temis (o Themis) era uno de los 12 titanes –hijos de Urano (el cielo) y Gea (la Tierra)– que gobernaron el mundo en la llamada edad dorada. Simbolizaba la encarnación de la justicia divina, la ley de la naturaleza y la costumbre; es decir, la Ley en mayúsculas. Sus hijas también representaban el orden moral (Astrea) y la propia justicia (Diké); por ese motivo, muchas veces la personificación de la justicia puede recibir estos otros nombres.
Fueron los romanos quienes, posteriormente, denominaron Iustitia a la diosa griega Temis y de ahí procede, etimológicamente hablando, el término Justicia; pero, además de Grecia y Roma, otros lugares del mundo también crearon su propia imagen de lo justo (...)".
QdC 4: El camino de los pastunes (Pashtunwali)
"(...) A finales del siglo XIX, un emir de Afganistán –Abdur Rahman Khan– definió a su país como “un grano de trigo entre dos ruedas de molino”, en referencia a sus poderosos vecinos ruso e indio (que, por aquel entonces, era una colonia británica) con los que mantenía habituales conflictos (...). Desde la antigüedad –algunos historiadores consideran que su origen se remonta a la época de la Grecia clásica– este pueblo se ha regido por un conjunto de reglas no escritas: el Pashtunwali o camino de los pastunes; un orgulloso código de honor que se ha ido adaptando a las necesidades de la sociedad, reinterpretándose conforme era necesario, en función de cuatro principios básicos: la hospitalidad; la justicia; la protección de la mujer, la familia y la propiedad y la independencia personal.
QdC 5: Un forajido de novela
"(...) Lejos de la visión idealizada que nos ha dejado el cine; aquel forajido que “(...) tenía nervios fríos y la ausencia completa de miedo de los que han aceptado de antemano la muerte” fue, según los expertos que lo estudiaron, “un tipo inclasificable, linfático, con ojos de comadreja, pecho hundido, hombros caídos y aspecto repulsivo, con una clara apariencia externa de cretino” que cometió su primer asesinato con tan sólo 13 años y que, a los 21 –cuando murió en el famoso duelo con el sheriff Pat Garrett– ya había matado a 27 personas “sin contar a los indios”, como se decía, despectivamente, en el siglo XIX.
William H. Bonney nació el 23 de noviembre de 1859 en Nueva York “(...) en tiempos en que los tranvías arrastrados por caballos eran una novedad”. Siendo niño, emigró con su hermano y su familia a Kansas y Colorado pero, al poco tiempo, su padre murió de pulmonía y Kathleen, su madre, se volvió a casar con un buen hombre llamado Antrim que los llevó a buscar fortuna a Nuevo México. Allí se crió el adolescente en las peores tabernas de la frontera, entre ladrones y proscritos del territorio neomexicano.
La carrera criminal de aquel joven adolescente se caracterizó por sus continuos actos de violencia, sin motivo aparente, que lo convirtieron, a los ojos del público, en una suerte de nuevo Robin Hood y en personaje habitual de novelas, baladas y crónicas de la prensa de aquel entonces. Capturado en 1880 fue condenado a la horca pero logró escapar de la cárcel matando a dos alguaciles. El sheriff Garrett lo encontró el 14 de julio de 1881 en el Rancho Maxwell y logró abatirlo con un disparo de su colt. Había matado al criminal pero había nacido el mito (...)".
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QdC 6: ¿Demasiado azar?
"(...) Según el Diccionario de la Academia Española de la Lengua, un magnicidio es “la muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”. Aunque la historia de la Humanidad nos ha dejado, desgraciadamente, demasiados ejemplos de estos crímenes repartidos por todo el mundo –desde el emperador Julio César hasta Indira Ghandi, pasando por el presidente Cánovas del Castillo, el zar Nicolás de Rusia y su familia, el Jefe del Estado egipcio Anwar El Sadat o la popular emperatriz Sissí– no me cabe duda de que, hablando de magnicidios, en la mente de todos tenemos el recuerdo de los presidentes Lincoln y Kennedy. Lo curioso es que la vida –y la muerte– de ambos políticos tiene numerosos elementos en común; no tantos como asegura la “leyenda urbana” pero sí los suficientes como para despertar una sana curiosidad por sus coincidencias. (...)".
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QdC 8: El muchacho de ninguna parte
"(...) Entre la extensa producción literaria de Anselm von Feuerbach destaca un pequeño libro titulado “Un delito contra el alma del hombre”, donde narra un acontecimiento real –y tan extraordinario que parece increíble– que sucedió en la ciudad alemana de Núremberg (Baviera) el 26 de mayo de 1828. Aquel lunes, mientras la gente celebraba en la calle la festividad de Pentecostés, en el adoquinado de la Plaza Unschlitt apareció un muchacho harapiento que apenas podía andar ni articular palabra. Cuando llegó la autoridad, alertada por los transeúntes, aquel joven de 16 años sólo pudo escribir malamente su nombre –Kaspar Hauser– y mostrar una carta sin firma dirigida al Sexto regimiento de Caballería en la que alguien informaba que al niño huérfano le gustaría ser militar. Así comenzó el particular calvario de Kaspar, examinado por autoridades, médicos y un profesor que terminó haciéndose cargo de él y enseñándole a leer y escribir (...)".
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10 de agosto de 2010
Las Hazas de suerte
11 de junio de 2010
Los escudos de Hércules
2 de mayo de 2010
El legado jurídico-constitucional de Europa en los países musulmanes
30 de abril de 2010
Artículo sobre Derecho Medioambiental en Ecoportal.net
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27 de marzo de 2010
Los arcontes, en "Revista Judicial"
Entrevista en Radio Nederland
El coloquio de los ilustres en la Revista Baquiana (USA)
"Valladolid, 4 de junio de 1603.
Cuando terminó el alarde de caballería en la Puerta del Campo, el joven pintor apresuró el paso para llegar al Rastro de los Carneros antes de que el campanario de La Resurrección diese por bueno el mediodía.
No quería partir de la capital española sin haber presentado sus respetos al ilustre autor de “La Galatea” y entregarle el boceto de algunos de sus dibujos, pero disponía de pocas jornadas; por desgracia, el mal tiempo que le acompañó desde su llegada a Alicante, el 22 de abril, arruinó algunas de las pinturas de encargo que traía para la Corte de su majestad, don Felipe III, y debía restaurarlas antes de regresar a Mantua; aunque, por ventura, el Duque de Lerma, don Francisco Gómez de Sandoval, tuvo la merced de comprender la situación y puso a su disposición un aposento donde corregir los daños y perfilar un nuevo lienzo que compensara a los que se dañaron por el temporal: una representación de los filósofos griegos Demócrito y Heráclito, inspirada en las fuentes clásicas.
Sólo disponía de aquella mañana para encontrar la vivienda del escritor y cumplir con el encargo.
Aquel humilde vecindario contrastaba con la habitual ampulosidad de una ciudad que vivía días de fortuna. Valladolid se había convertido, de nuevo, en Sede de la Corte, recuperando su pasada consideración y grandeza como centro político de la monarquía; allí buscaban morada las personalidades del Reino y los más ilustres y gallardos prohombres, convirtiendo a la capital castellana en el eje de la vida cortesana. Por doquier se celebraban convites, mascaradas e iluminaciones, que el valido de Felipe III creaba para entretener al monarca, y se jugaba a las cañas en el Espolón o a las carreras de caballos en el Prado de la Magdalena.